Eva tomo la manzana que le ofrecían. Le parecía hermosa la figura de aquella fruta y su lindo tono rojo le hacía preguntarse ¿como algo tan bello, podría ser tan malo?
La contemplo unos momentos para después cerrar los ojos y morderla lentamente. Sintió como la fruta atravesaba su garganta y le sorprendió darse cuenta de que no tenia sabor. Después de eso, por unos segundos no se escucho ni un solo ruido, el silencio a su alrededor fue tal que pudo sentir con claridad los latidos de su corazón.
Cuando abrió los ojos, dio un grito y dejo caer la manzana. Una serpiente la contemplaba fijamente desde una de las ramas del árbol.Se incorporo como pudo y salió corriendo de ese lugar, no sabía que era ese sentimiento que la obligaba a alejarse, y tampoco comprendía porque de repente sentía dolor al correr. Cuando se sintió agotada y no pudo correr más, se quedo de rodillas a mitad del prado, cerca de ahí estaba Adán. No podía ver muy bien lo que estaba haciendo, lo veía hablar, pero a su alrededor solo había aves.
Tal vez Adán se sintió observado y giro su vista hacia donde estaba Eva. Se quedo observando unos instantes esa dirección. Sin embargo, Adán pasó justo a su lado y ni siquiera se detuvo a mirarla.
-¿Adán?- dijo Eva.
Pero el siguió caminando, ya que no podía escucharla y mucho menos verla. Se estaba haciendo tarde y ya empezaba a preguntarse dónde se habría metido su amada Eva.
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Eva se retorcía dormida bajo la sombra de un árbol. Estaba a mitad de una pesadilla cuando una aspera voz la saco del sueño.
-Querida niña, despierta…tengo algo para ti.-
Eva despertó de repente después de escuchar esas palabras. Se giro hacia la voz. Una serpiente le ofrecía una bella manzana.